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miércoles, 19 de septiembre de 2012

El acuerdo prenupcial

En esta ocasión me gustaría comentarles algunos aspectos sobre el acuerdo prenupcial que debería tener toda pareja que planee casarse o vivir junta. No estoy hablando del acuerdo legal, que regula compensaciones y penas convencionales en caso de divorcio, infidelidad, etcétera, sino más bien de uno relativo a aspectos vitales de la relación que pueden convertirse en focos de peligro si no se atienden adecuadamente.


Cuando una pareja planea su boda, pone cuidado en el banquete, el mobiliario, la iglesia, la decoración, la mesa de regalos, el lugar donde vivirán. Sin embargo, frecuentemente olvidan hablar y ponerse de acuerdo de aspectos cotidianos y trascendentales que afectaran directamente su convivencia diaria, su acoplamiento como pareja y por supuesto, su grado de satisfacción y felicidad en la relación.



Se supone que la etapa del noviazgo es justamente para que ambas partes se conozcan a fondo y puedan tomar una decisión eficiente en el sentido de compartir sus vidas dentro de un matrimonio o una convivencia de unión libre. Desgraciadamente, la mayoría de las parejas no se permiten ser quienes son en realidad, y ofrecen una imagen a la contraparte que en ocasiones dista mucho de ser la real. ¿La consecuencia? Una gran sorpresa cuando ambos empiezan a vivir juntos, llegan las sorpresas, frecuentemente desagradables, y los comentarios del tipo de: "Nunca pensé que el/ella fuera así", "Jamás se había comportado de tal forma cuando éramos novios", "Siento que me he casado con un@ desconocid@". 




¿Cuáles son los puntos que hay que negociar antes de casarse o vivir juntos y que constituyen el talón de Aquiles de las relaciones modernas? Enumero los más frecuentes que hemos observado en nuestras consultorías:



  • Manejo del dinero
  • Relaciones con la familia política
  • Cómo administrará su tiempo la pareja para celebrar las festividades (Nochebuena, Navidad, Año Nuevo, Día de las Madres, Día del Padre, etc.) con cada una de las dos familias
  • Reparto de las labores domésticas
  • Vida religiosa de la pareja y de los hijos
  • Educación de los hijos
  • Número de hijos




Negociar no quiere decir que siempre van a estar de acuerdo en todo las dos partes, más bien implica el ejercicio de externar ideas, deseos, necesidades y creencias en cada uno de los puntos antes mencionados y contrastarlos con los de la contraparte, encontrando alternativas de solución, cediendo algunas veces y defendiendo posiciones en otras. 




La idea principal, es que cada pareja platique de manera franca, abierta y amplia de cada uno de los temas mencionados para asegurarse de que existen condiciones reales mínimas para  ponerse de acuerdo, de que se está en la misma frecuencia general y de que no habrá diferencias tan graves que puedan traer un jaloneo que de no resolverse, lastimen seriamente la relación e incluso acarreen un divorcio.




Ilustrando un poco el párrafo anterior, les comparto el siguiente caso: Una mujer con tres años de casada y su marido tenían un conflicto porque él deseaba que los hijos de la pareja asistieran a una escuela laica mientras que ella insistía en una escuela católica. Él había aceptado casarse por el rito católico como matrimonio mixto (es decir, siendo él de una religión distinta, sin convertirse) por lo que ella asumió en automático que los hijos serían educados en el catolicismo. Las posiciones se recrudecieron: él argumentó que ya había cedido en casarse por la religión de ella y para la esposa era de vital importancia que sus hijos recibieran formación católica como lo había vivido ella y todos sus hermanos. Al final no pudieron ponerse de acuerdo y sobrevino el divorcio. 




Es fundamental pues, no suponer ni asumir NADA respecto a estos temas polémicos y delicados en la mayoría de las parejas: lo mejor es hablar de ello, enfrentarlo, ventilar preocupaciones ANTES del compromiso matrimonial o de vivir juntos. Es preferible, por doloroso que sea, aceptar que no puede haber una vida en común juntos ANTES DE, que darse cuenta de lo mismo cuando ya  se contrajo matrimonio. En el caso de la unión libre, la situación es más flexible, pero aún así es bueno negociar estos puntos con la contraparte antes de embarcarse en la aventura que representa el vivir juntos.


Cualquier duda o comentario que tengan, se los agradeceré al final de esta entrada o a nuestro email vidaplenacdh@hotmail.com




Raúl Antonio Reding






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